De cuando T.S. Eliot rechazó Animal Farm por trotskista

Lucho Tapia


T.S. Eliot era uno de los directores de Faber & Faber cuando, en julio de 1944, recibió el manuscrito de Animal Farm (publicado en español como “Rebelión en la granja”, vaya a saber uno por qué. ). Si no amigos, eran al menos conocidos; y a tenor de los elogios que se intercambiaron sobre sus respectivas obras (“Conozco de memoria una cantidad respetable de los primeros trabajos de Eliot. No me senté y los aprendí, sencillamente están pegados a mi pensamiento, como cualquier fragmento de un poema cuando de verdad hace sonar la campana”, escribió Orwell en una reseña sobre Los cuatro cuartetos de Eliot; mientras Eliot, en su carta, lo compara nada menos que con Swift.) se respetaban lo suficiente como para esperar que la respuesta de Eliot fuera afirmativa. Sin embargo, Eliot rechazó el texto. El argumento resulta entre extraño y risible (…”el lado positivo de esta perspectiva, que en general yo considero trotskista, no resulta convincente.”), al menos considerado aisladamente. Es más comprensible (aunque no menos extraño) si se sabe que en ese momento, cuando la Segunda Guerra Mundial ya estaba encarrilada a favor de los aliados, aunque mucho aún no estaba decidido, la ayuda y el compromiso de los aliados rusos importaba muchísimo.

George Orwell todavía tuvo que encajar tres rechazos (y un año) más hasta que una editorial decidió publicar el libro, que finalmente apareció el 19 de agosto de 1945.

De los cientos de obras asociadas a Animal Farm o derivadas de su historia, hay como mínimo un par que merecen mención: en 1954, la CIA financió una versión en dibujos animados; en 1977, Pink Floyd basó en el libro su álbum Animals (no es uno de sus mejores discos, pero es puro Roger Waters evitando el manicomio, lo que ya lo hace mejor que casi cualquier otro disco, de casi cualquier otro momento.). Y aquí va la carta de Eliot.

De T.S. Elliot a George Orwell, 13 Julio de 1944

Querido Orwell,

Sé que querías una decisión rápida sobre Animal Farm, pero era necesaria la opinión de al menos dos directores, y para eso hace falta como poco una semana. Si no fuera porque la velocidad importaba, habría pedido al presidente que le diera un vistazo. Pero el otro director está de acuerdo conmigo en los puntos principales. Coincidimos en que se trata de una obra destacada; que la fábula está narrada con talento, y que la historia mantiene el interés en su propio plano –y esto es algo que pocos escritores han conseguido desde la publicación de Gulliver.

Por otro lado, no estamos convencidos (y estoy seguro de que ninguno de los otros directores lo estaría) de que este sea el punto de vista adecuado desde el cual criticar la situación política en este momento particular. Es sin duda el deber de cualquier casa editorial que persigue intereses y motivos distintos que la mera prosperidad comercial, publicar libros que vayan contra la corriente del momento, pero en cada caso, al menos un miembro de la casa debería tener la convicción de que se dice lo que el momento reclama. No se me ocurre razón alguna, venga de la prudencia o la precaución, para impedir a nadie que publique este libro –si cree en lo que el libro defiende.

En cuanto a mí, atribuyo mi insatisfacción con esta alegoría a que el efecto se limita a una pura negación. Debería suscitar alguna simpatía por lo que quiere el autor, así como por sus objeciones a algo. Y el lado positivo de esta perspectiva, que en general yo considero trotskista, no resulta convincente. Creo que has dividido tu apuesta sin conseguir a cambio reforzar la adhesión de ninguna de las partes –sean aquellos que critican las tendencias políticas en Rusia desde el punto de vista de un comunismo más puro, o aquellos que, desde un punto de vista muy alejado, están alarmados por el futuro de las naciones pequeñas. Después de todo, tus cerdos son de lejos más inteligentes que los demás animales y por tanto están más capacitados para dirigir la granja –de hecho, no habría existido una granja de los animales en absoluto sin ellos: de modo que lo necesario (podría aducir alguien) no era más comunismo, sino más cerdos impulsados por el civismo.

Lo siento mucho, porque quienquiera que publique este libro, tendrá, naturalmente, la posibilidad de publicar tu obra futura: y yo aprecio tu obra, porque es buena literatura que emana de una integridad fundamental.

Miss Sheldon te enviará el manuscrito en un sobre separado.

Sinceramente suyo

T.S.Elliot

 

 

No se sabe si Orwell contestó esa carta, pero dada la pequeña polémica que provocó el libro, él intentó explicarse en otra carta, esta vez dirigida a su agente, Dwight Macdonald, escrita en diciembre de 1946, poco después de la publicación de Animal Farm en Estados Unidos. A continuación, un extracto de la misma:

Me preguntas sobre Animal Farm. Cómo no, la concebí ante todo como una sátira de la revolución rusa. Pero con la intención de que su objeto fuera más amplio, en tanto yo quería afirmar que esa clase de revolución (una  revolución violenta y conspirativa, liderada por gente que inconscientemente estaba hambrienta de poder) sólo puede conducir a un intercambio de amos. La moraleja es que las revoluciones sólo producen una mejora radical cuando las masas están alerta y saben cómo deshacerse de sus líderes apenas dejan de ser imprescindibles. Se supone que el punto de inflexión de la historia tiene lugar cuando los cerdos se apropian de la leche y las manzanas. Si los demás animales hubieran tenido entonces la sensatez de echarlos entonces, todo habría salido bien.

Si la gente piensa que defiendo el statu quo, es, creo yo, porque se han educado en el pesimismo y asumen que no existe otra alternativa, fuera de la dictadura o el neoliberalismo. En el caso de los trotskistas, existe la complicación añadida de que ellos se sienten responsables de los acontecimientos que tuvieron lugar en la URSS hasta, digamos,  1926, y tienen que asumir que una súbita degeneración tuvo lugar alrededor de esa fecha.  Creo que todo el proceso era predecible, y fue, de hecho, previsto por unas pocas personas, como Bertrand Russell, por ejemplo, que lo dedujo de la naturaleza misma del partido bolchevique. Lo que yo intentaba decir era: “No se puede tener una revolución a menos que la hagas tú mismo; no existe algo así como una dictadura benevolente”.

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